domingo, 5 de abril de 2015

QDD Club Triatlón Almería en el Cabo

Mi madre se volvió a sorprender. “Mamá, me voy a Granada a hacer un curso de árbitro de triatlón”.
Pero, ¿qué era aquello, que en lugar de un deporte eran 3? Y además, todos seguidos, sin descanso! ¿Qué era aquello, que nunca salía en televisión, ni en las noticias, ni siquiera era disciplina olímpica hasta hace bien poco!
Aquello era un mundo por descubrir. Requería de mucho tiempo, dedicación y sacrificio, pero también la recompensa era más gratificante.

Era toda una experiencia estar en el agua y ver como se acercaba una marea de neoprenos con gorro de color. Saberse quitar el neopreno conforme sales del agua y llegas hasta tu bici, debía ser algo más que coordinación. Lo mismo que bajarse de la bici en la línea de desmontaje, donde el estruendo de frenadas, calas contra el suelo, ponía la piel de gallina. Pero lo más bonito era la entrada en meta: personas de más de 60 años, sonriendo, y que retrocedían unos metros para esperar a su pareja y entrar juntos de la mano; o niños corriendo con su padre o su madre, o  un triatleta nobel, exhausto pero contento por el gran reto conseguido... eso, eso yo no lo había visto nunca antes.

Cuantos más triatlones arbitraba, más ganas tenía de tener bici. La última vez que había montado en una, había sido en la Furia 4 que mis hermanos me compraron cuando tenía 10 años. Pero no sé, la falta de tiempo, los prejuicios, la multitud de opiniones sobre la bici que debía comprarme… eso hizo retrasar mi decisión hasta que Inma y Jessica me embarcaron en un triatlón por relevos. Y ahí… ya no hubo vuelta a atrás!

Pertenecer a un club de triatlón era algo más que hacer una inscripción. Era entrenar en grupo, compartir experiencias, una misma afición, consejos, ánimo y alguna que otra camiseta. No todos compiten en la misma distancia, mientras algunos compañeros se dejan la piel en un Ironman, otros piensan en su debut en distancia super sprint. Lo que para algunos es un ritmo cómodo, para otros es el final de una carrera, donde exprimen hasta la última gota de esfuerzo. Pero ahí nadie es mejor ni peor, todos entrenan con la misma gana e ilusión, con el único objetivo de disfrutar del deporte y superarse cada día.

Por eso, cuando nuestro compañero Guillermo sugirió una quedada en Cabo de Gata para desempolvar los neoprenos, pedalear por un entorno inigualable y desgastar zapatillas a la vera del Parque Natural, a todos nos pareció una idea estupenda.  Era una quedada del Club de Triatlón Almería, pero a la que, por supuesto, todos estaban invitados. A nuestra casa, todos son bienvenidos, y nos encanta hacer piña con los fans del tritraje.

Y allá que preparamos nuestra neverita con un pequeño avituallamiento para las transiciones. Frutos secos (con pipas, como quería Bea), gominolas, isotónicas, bebida recuperante de chocolate de Central Lechera Asturiana y agua Font Vella de super héroes, cortesía de Bebidas Alhabia.


Porque entrenar en grupo no tiene comparación, y la motivación siempre va a más. Quien te da un relevo, te marca el ritmo o mira hacia atrás para ver que no te has descolgado de la grupeta, vive el deporte un poquito más allá de la competición. Compis, nos vemos en la próxima!

Algunos de los triatletas reunidos

Los valientes que nadaron en las gélidas aguas del Cabo