Hacer la compra se convierte muchas veces en una odisea, y no sólo por el coste, sino también por la variedad de productos que encontramos. Incluso hay que dar gracias a que, por ley, venga un mínimo de información en el envase, porque en alguna ocasión, no sabemos de qué producto se trata ni para qué se usa.
En todo envase debe reflejarse, como mínimo, los ingredientes, el fabricante (nº de Registro Sanitario), el peso, la fecha de caducidad y el lote. Por supuesto que se puede dar muchísima más información, como el modo de preparación, conservación, composición nutricional, etc, pero eso, en una latita de anchoas, por ejemplo, no cabe.
El consumidor de hoy en día tiene más formación y más acceso a la información, que el de hace 20 años. Internet ha sido una herramienta muy útil; rápida, al alcance de todos y relativamente sencilla, ya que “el señor y la señora Google” tienen respuesta para casi todo.
Pero en pleno supermercado, con el tiempo justo y armados solo con la lista de la compra, no es el momento más adecuado para despejar dudas como…
· ¿Con o sin fibra? ¿Pan integral o blanco?
La fibra tiene más beneficios además del que todos conocemos. Los humanos no podemos digerirla, por tanto cuando llega al intestino, se queda ahí, fermenta y promueve el tránsito. Se arrastran también, residuos que hayan podido quedar, y que quizá a la larga nos provocaran infecciones. Así que como método “depurativo” o “de limpieza”, es muy interesante.
La diferencia entre pan blanco e integral, es que el primero lleva el grano del cereal pelado, refinado. El integral, por el contrario, va con su “cáscara”, que es fibra, y que produce los efectos ya mencionados. Además, al tener que ir digiriendo poco a poco el cereal, capa por capa, las calorías se liberan poco a poco, y podemos ir quemándolas sobre la marcha. Por eso en las dietas, se toma todo integral.
· ¿Con o sin lactosa? ¿Soja o leche animal?
Con la edad, nuestro cuerpo deja de fabricar la lactasa, sustancia que nos permite digerir la lactosa. Esa es la razón por la que a la gente mayor, la leche le sienta cada vez peor, tienen peor digestión. Podemos recurrir a leches sin lactosa, o a leches que no sean de origen animal. El ejemplo más conocido es la soja, pero no es el único: la leche de almendras es una alternativa. Visitad las herboristerías, son un filón!
· ¿Con o sin azúcar? ¿Azúcar, sacarina o miel?
El azúcar es el combustible del cerebro, pero tampoco hay que abusar. No confundamos un descanso necesario con un chute de azúcar “para espabilarnos”. Si padecemos de diabetes, el azúcar debe estar muy controlado, todo bajo prescripción médica, por tanto éste no es el mejor sitio para hablar del tema. Si no es el caso, también debemos controlarnos, porque el azúcar supone únicamente calorías vacías, esto es, no aporta nada, solo calorías. Es interesante alternarlo con edulcorantes poco calóricos, o incluso con miel, que le dará un sabor característico y nos aportará las propiedades inmunitarias que se le atribuyen .
· ¿Con o sin vitaminas A, D y E?
Esas 3 vitaminas son hidrosolubles y normalmente se descomponen a temperaturas de pasteurización (alrededor de 80ºC). Así que en un zumo o en la leche, pocas vitaminas de ese tipo pueden quedar. Lo que se hace es añadirlo al final del proceso, y legalmente está permitido que figure que está enriquecido con vitaminas A, D y E. Con la alimentación de hoy en día, lo que no nos sea aportado en ese zumo, lo tomaremos por otro lado. Lo que es importante es variar la dieta, no ceñirse a lo mismo, porque nos cansamos… en el fondo, somos como niños!
· ¿Con o sin materia grasa? ¿Margarina o mantequilla?
La materia grasa y los productos light son las estrellas, top ten en consultas. La idea básica es: un producto light o bajo en calorías, tiene menos calorías que el original, pero no tiene calorías cero. No nos atraquemos de mermelada light porque es light… os invito a leer las tablas d calorías, y a comprobar, que en muchos productos, la diferencia de calorías es mínima. A veces merece más la pena, comer un poco del producto original, que no comer un barbaridad, del “light”… porque no sabe igual!
· ¿Con o sin gluten?
La alergia al gluten o celiaquía es la alergia a una mezcla de proteínas del trigo y otros cereales. En casi todas las grandes superficies, ya hay una zona de alimentos para celíacos, bastante más caros además, porque debe usar otros cereales y verificar que en sus fábricas no se haya hecho nada con trigo. Al igual que la diabetes, son patologías más serias que requieren un seguimiento médico.
· ¿Con o sin sal?
El síndrome metabólico del siglo XXI incluye la hipertensión en el “cuarteto de la muerte”. Los otros 3 componentes, diabetes, enfermedades cardiovasculares (colesterol, triglicéridos) y obesidad, son la mezcla explosiva a la que nos veremos sometidos, si no adquirimos hábitos saludables y una alimentación sana. Hay que llegar a un consenso: adecuar el contenido de sal a nuestra tensión, sustituir sal de sodio por sal de potasio, usar especias, que dan más sabor y notaremos menos la ausencia de la sal, etc. Una dieta estricta sin sal no es buena, ni psicológica ni fisiológicamente para el paciente, puesto que si no tomas sal, no tienes sensación de sed, y hay peligro de deshidratación. Se va disminuyendo poco a poco la cantidad y el paladar se acostumbra paulatinamente.
Ojo, hay alimentos que de por sí llevan sal, por ejemplo, los quesos muy curados, las conservas, las aceitunas, etc. Mucho cuidado con esto, ya que no sólo tenemos que vigilar el salero… también la despensa.
· ¿Transgénico, funcionales, probióticos?
Es la pregunta del millón: ¿son malos los transgénicos? No sabemos qué efectos pueden producir a la larga, pero hoy por hoy son seguros. Se trata de eliminar o añadir genes en función de nuestro interés. Algunos ejemplos: modificamos un gen de la soja para que sea más resistente a plagas, un gen de la patata para que tenga menos solanina (un tóxico que contienen y que se desintegra con las altas temperaturas), un gen de las habichuelas para que no sean tan flatulentes, etc.
Los funcionales son alimentos a los que se les ha atribuido una propiedad beneficiosa para nosotros, tienen una función específica, además de todo lo bueno que puedan aportar como alimento.
Haz un uso razonable de esta información, pero no te olvides de darte un capricho de vez en cuando, que al cuerpo también hay que mimarlo.