Es sabido por todos la gran cantidad de clases de quesos que existen. Que en un bar o en una tienda, no se puede pedir simplemente “queso”. No hay que ser muy entendido en la materia para, al menos, ponerle nombre y apellidos a este exquisito alimento. O al menos, deberíamos ponérselo si no queremos sorpresas…
Lo primero, saber el origen del queso: de vaca, de cabra o de oveja… o bien mezcla de los 3 tipos de leche. La proporción de cada una, determinará el sabor, la textura, el cuerpo y la cremosidad del producto final. La leche de vaca, le da el volumen y el sabor básico; la leche de cabra, le da el color blancuzo característico; y la de oveja, resaltará el sabor picante y la cremosidad. Así que, cuanta más leche de oveja, mejor calidad tiene el queso, y también, más caro será.
El segundo apellido es el tiempo de curación. Cuanto más tiempo pase desde su elaboración, el queso tendrá un sabor más fuerte, puesto que se concentran más los aromas, las grasas y las sales. Esta observación deben llevarla muy en cuenta los hipertensos y las personas con problemas cardiovasculares o que hagan dieta, puesto que cuanto más curado sea el queso, más calorías y más sal tiene. Nos encontramos con:
- Queso Fresco (listo para su consumo al terminar la elaboración)
- Queso Tierno (15- 30 días)
- Queso Semi curado (2- 3 meses)
- Queso Curado (4- 7 meses)
- Queso Viejo (más de 7 meses)
Ahora sí que estamos en condiciones de pedir un queso mezcla semi, si nuestro paladar quiere degustar un queso suave, pero con el regusto de las antiguas queserías; o un buen queso viejo de oveja, si, como a mí, te encanta ese sabor fuerte y ese picor tan característico que queda al final. ¿Es ya la hora de una tapilla, no? Pues marchando 2 de queso!
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